miércoles, 11 de noviembre de 2009

Antón García-Abril es el responsable del proyecto.

Las grandes vigas de hormigón, superpuestas como en un gigantesco mikado, hacen de Hemeroscopium una de las viviendas más singulares de la comunidad de Madrid. El arquitecto Antón García-Abril es el responsable del proyecto.
Todo en esta casa es superlativo, desde su estructura al efecto que causa. A simple vista impresiona: un colosal conjunto de vigas de hormigón apoyadas unas sobre otras en un asombroso tour de force. Estudiándola más a fondo cautiva: una compleja y calculada obra arquitectónica que tardó tres años en plantearse y ¡sólo siete días en construirse!
La edificación, situada a las afueras de Madrid, es la residencia del arquitecto Antón García-Abril, responsable del estudio Ensamble, quien ha llamado al proyecto Hemeroscopium en alusión al lugar donde, para los griegos, se pone el sol: «Un espacio poético que, sin embargo, existe, es real, acotado por un horizonte lejano que aquí forma parte indisoluble de la arquitectura de la vivienda».
Como si de un juego de palillos chinos a grandísima escala se tratase, García-Abril ha concebido un armazón donde siete enormes vigas de hormigón, similares a las que se emplean en puentes y autopistas, se van contrapeando unas encima de otras manteniendo un aparentemente inestable, pero perfecto, equilibrio.
El entramado se apoya en una estructura base, con una viga madre central en forma de A invertida, desde la que va ascendiendo de manera helicoidal con elementos cada vez más ligeros hasta terminar en un enorme bloque de piedra —20 toneladas de granito— en el forjado superior que, como máxima expresión de la fuerza de la gravedad, actúa de contrapeso, lo que en Ensamble denominan irónicamente «el punto G».
El aspecto de tamaña construcción es, sin embargo, el de una casa absolutamente aérea, transparente, ligera; dos plantas articuladas en forma de L en torno a un espacio exterior central, donde las estancias establecen una fuerte relación con el horizonte: «Se trata de un proyecto envolvente, con un juego de vigas que encuadra las estancias y permite la visión sin límites de un paisaje que penetra por todos los rincones», asegura el arquitecto.
Los amplios cerramientos de cristal ayudan a este cometido, además de forjar una transparencia que aligera la presencia del hormigón —material dominante en interior y exterior— y resulta atractiva visualmente.
Un planteamiento de vivienda aparentemente sencillo que, sin embargo, exigió unos complicados cálculos de ingeniería: «Tardamos un año en resolver la cuestión de la estabilidad entre los volúmenes. Sin embargo, la construcción llevó una semana, ya que todos los elementos estaban prefabricados. Fue necesaria, eso sí, una estricta y cuidadosa colocación».
En cuanto al interiorismo, García-Abril ha optado por un mobiliario escueto, de líneas depuradas, que combina con acierto diseños míticos de los grandes maestros —Le Corbusier, Mies van der Rohe— con el funcional mobiliario de Ikea. El objetivo: acompañar y no restar protagonismo a la arquitectura, santo y seña de Hemeroscopium.

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